UN DESCONOCIDO OBRADOR DE NAVAJAS ASENTADO EN ARTANA

Norberto Mesado OliverAnte todo, quisiera dar carta de naturaleza a una artesanía navajera, excepcional, que desaparecería a mediados del siglo XIX (tremenda centuria de guerras entre el pueblo llano y los franceses primero, y liberales contra los carlistas luego), cuya fabricación tenía lugar en Artana, la Plana Baixa, puesto que, pese a su belleza, los pocos investigadores que las han citado no encontraron el taller en el cual se ejecutaron. Por ello, en el libro sobre las <La navaja clásica>, obra debida a Arturo Sánchez de Vivar, de edit. EDIMAT, del año 1999, pese a recoger las factorías españolas en donde cuchilleros y dagueros forjaron igualmente navajas, no hay ni una sola pieza hecha en Artana. Y cuando en una publicación (que ahora no hemos podido encontrar[1]) vimos una, figura como de taller desconocido. Lo supe del siguiente modo. Todos los años, para San Blas, se celebra en Burriana una feria de antigüedades, cuyos comerciantes suelen proceder de Tarragona. Uno de ellos tenía sobre el mostrador una colección de navajas. Era Aquiles Aracil, con tienda en Vila-Rodona (Tarragona). Junto a tales piezas, para la consulta de clientes y curiosos, tenía el libro no encontrado, puesto que tras contactar recientemente con él, dijo que lo había vendido. Lo hojeé, y de inmediato me llamó la atención la fotografía de una navaja que, aunque de menor tamaño, era como la que en los inicios de la década de los años sesenta había adquirido a un chamarilero asentado en Burriana, el cual vendía antigüedades, mayormente platos populares procedentes de los alfares de Onda, Ribesalbes o Alcora, materiales que obtenía deambulando por los pueblos y masías de Espadà, el Maestrat y Els Ports. Recuerdo bien que en el pie de la lámina se especificaba que era una pieza del siglo XVIII. Recientemente, y al pergeñar este artículo, desde la Biblioteca Valenciana de San Miguel de los Reyes, la investigadora Estel Bosó me remitía, por Internet, una publicación de 1973 debida, también, a R. Martínez del Peral Fortón, titulada: <LAS NAVAJAS. Un Estudio y una Colección>, de Edit. Gladius, XI. En ella existe una pieza producida en Artana, incluida en el catálogo de la obra con el nº 38, silenciando, por no saberse, su obrador.

Pero para darle a estas navajas su origen, me es imprescindible comentar en texto aparte (lo haré breve, aunque la historia es larga: https://artanapedia.com/historia/d-juan-tomas-y-marti-un-hombre-irrepetible/) la personalidad de un hombre irrepetible: D. Juan Tomás i Martí, nacido en Artana, un excelente coleccionista de antigüedades, afición heredada de su padre que era dueño de gran parte del castillo que encumbra el pueblo (fig. 1), que en parte restauraría con un lenguaje arquitectónico romántico[2]; aunque hoy, pese a ser el Patrimonio Cultural más valioso de Artana, permanece abandonado por todos y cada año que pasa queda menos. D. Juan Tomás i Martí tuvo comercio de antigüedades, tras la pasada guerra, en Barcelona pues aquí tuvo que emigrar. Como por mi vocación y estudios adquiría -cuando podía- antigüedades, puesto que la etnología va unida con el pasado, un día ya lejano (allá por el 1962) compraba al mentado quincallero una soberbia navaja, tanto por tu tamaño como por su decoración, antigüedad y excelente conservación. Cuando con los años se la enseñé a D. Juan Tomás (para sus convecinos Juanito Coloma, pues todos en los pueblos menudos tienen sus ancestrales “alias” heredados, como igualmente lo tenían los reyes), me aseguró que era una admirable pieza hecha en su pueblo. Se trataba, pues, de una navalla artanenca, cosa que me confirmaría después D. José María Doñate i Sebastià (1921-1996), cronista, bibliotecario vila-realense y Académico correspondiente de la Real de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, a la par experto de nuestra etnología más popular, y también amigo. Por ello, pues, como he anotado, primero glosaré quien fue D. Juan Tomás i Martí, para terminar el artículo dando paternidad de origen a la magnífica navaja conseguida.

Fig. 1

Fig. 1

LA NAVAJA

Se tiene por cierto que la navaja clásica es un invento español. Bien mirado es un puñal, o un cuchillo, con la hoja abatible que, tras su cierre, hunde su parte cortante (el filo) entre las cachas del mango, reduciéndola a su mitad y facilitando el porte sin peligro para el dueño. Su siglo dorado fue el XVIII, y tanto la llevaron nobles como gitanos, proscritos, arrieros, trajineros, marinos, campesinos o trotamundos (igualmente las mujeres) entre los pliegues de sus fajas y faltriqueras. Por ello se ha escrito que: la navaja es un arma y una herramienta totalmente enraizada en la cultura de nuestro pueblo (Sánchez de Vivar, 1999). Pero será a partir de 1732 cuando ya se generaliza de forma definitiva el uso de la palabra navaja y cuando se regulan por el legislador su fabricación, venta y uso (R. Martínez del Peral, 1973: 29). Hoy, en este pueblo de Espadà nadie las recuerda. Por ello, para cerciorarnos mejor, acompañados por el amigo Joseph Herrero, visitamos la plural colección de etnología que posee en él D. José Rico Blasco. Podemos decir, por ello, que (de momento) no existe aquí ni una sola navaja clásica hecha en Artana, posiblemente por ser piezas que solían perderse con facilidad; así como deteriorarse por el constante uso, atacándola con su pérdida o abandono la herrumbre y los insectos que comen sus cachas (de madera o asta) caso de la carcoma y el Dermestes lardarius L.; o cualquier otro xilófago. Son igualmente escasos los museos españoles que poseen alguna de estas piezas, dado que la navajología ha inquietado muy poco a los investigadores (R. Martínez del Peral, 1973: 55). Sobre tales armas pesaron múltiples prohibiciones. Pragmáticas y bandos que cubrieron, en especial, el siglo XVIII (los de Carlos IV y Fernando VII) e inicios del XIX (con los de Isabel II y Alfonso XII): En conformidad con lo dispuesto en la ley procedente, ninguna persona lleve ni use de armas blancas cortas, como puñal, rejón, jifero, almarada, navaja de muelle con golpe o virola, daga sola, cuchillo de punta chico o grande, aunque sea de cocina o de moda de faltriquera, penas de seis años de presidio al noble y de los mismos al plebeyo (Bando de 1719. Según Sánchez de Vivar, 1999: 80).

Prohibiciones que certifican la gran popularidad que alcanzaron en el dieciocho y diecinueve las navajas. Con ellas, y durante la Guerra de la Independencia, fueron asesinados, por el pueblo llano, muchos soldados napoleónicos que llegaron a temerlas como si de espadas o armas de fuego se tratara. También se usaron en cualquier riña. Hoy siguen prohibidas, por Decreto de 27 de diciembre de 1944, aquellas cuyas hojas excedan de los 11 cm. (R. Martínez del Peral, 1973: 50). El tamaño, y sobre todo la forma cuerniforme de la crecida hoja de nuestra navaja, es para ser empleada basculando el brazo con fuerza para asestar su golpe (la navajada) en el bajo vientre del contrario.

Fig. 2

Fig. 2

La faca o perica, pues, que pasamos a describir es, sin discusión, una pieza excepcional (fig. 2). Abierta alcanza los 54,5 cm., siendo, sin discusión, una arma blanca de gran efectividad defensiva puesto que su hoja presenta una estilizada punta aguda, en arco, que arranca de su zona más ancha, de 4,6 cm., la cual está, por ambas caras, decorada al aguafuerte por un rectángulo de 7,6 x 2,3 cm. que presenta como marco dos bandillas paralelas en diente de sierra; y en su campo, tres rosetas de pétalos dextrogiros, en molinete, cuyos centros –botón de las rosetas- aparecen decorados con vastaguillos de latón dorado. Separando la roseta central de sus contiguas, se gravaron otros pétalos en forma de X, cuyas aspas laterales prenden cuatro signos en 0. Cartela que presenta hacia el filo cortante un motivo vegetal serpenteado, o zarcillo; y junto al lomo, semicírculos en teoría que en su centro tienen un punto, semicircunferencias que sobre el mismo lomo de la hoja aparecen limadas para su redondez decorativa. Sobre esta ornamentación, hacia la punta de la navaja, entre dos semicírculos más, ahora tangentes con doble puntuación interna, surge un triangulo de doble perfil dentado que abraza, como eje central, una palmeta con las mismas hojuelas de las rosetas internas. La base de la hoja de la navaja aparece embutida, o forrada, con planchuela de metal (la virola), dentada junto al acero y cincelada con incisiones paralelas, separadas (en su banda central) por un fino burilado de puntuaciones triangulares, minúsculas, en zig-zag. Restos de pintura roja se advierten resaltando la decoración (fig. 3). La base del hierro acerado, sobre su lomo, presenta cinco dientes y muesca para afirmarla a la palanca que, con ventana para su encaje, hará de muelle dando seguridad al despliegue o abertura del arma. No exhibe, en el recazo (extremo basal de la hoja), punzón o contramarca de taller, hecho corriente (el no presentar marcas de obrador) en la navaja clásica española del siglo XVIII.

Fig. 3

Fig. 3

El mango muestra tres partes bien diferenciadas, tanto por su tamaño como por la decoración, igualmente cincelada sobre metal pulido (fig. 4). La superior, que sujeta la hoja hiriente, tiene el vastaguillo de hierro (primer pasador) que hace bascular la hoja, decorado –como cabezal- por una rodela de latón con líneas incisas en forma de gavilla (en X), y aquellos mismos zig-zags en semicírculo que vimos en la abrazadera o virola basal de la hoja. Después, horizontalmente (sobre dicha arandela), hay cinco líneas y sobre ella tres segmentos convergentes con el inicio del mango, de perfil semicircular. Debajo de la charnela alcanzaremos aquel trabajo artesano más sobresaliente de la pieza: bandillas de líneas, realizadas con un buril de punta triangular, separando pétalos, con una banda central de losanges, alcanzando hacia la zona inferior la roseta mayor (fig. 5), con un diámetro de 26 mm., cuyos petaliformes cercan tanto puntuaciones dobles como esas finas líneas zig-zagueadas que vimos, conjunto envuelto por un círculo hecho con una gubia o buril de corte semicircular, tema enmarcado por cantoneras de incisiones esquinadas, angulares. Tras otra banda de líneas paralelas, pasamos a la zona media de mango, en donde se advierten, lateralmente, las cachas confeccionadas con asta de toro de coloración melada (atacada en algún punto por insectos taladradores) presentando incrustada, en su longitud central, una fajilla de latón de 16 mm. de anchura, que centrada por la conocida línea de puntos triangulares aparece escoltada, como hoja de acacia, con aquellas hojuelas aovadas. Zona media que aparece reforzada, sobre su lomo de asta, por un pasador de hierro, rematado, como cabezal, por una roseta con cuatro pétalos de perfil gotizante.

Fig. 4

Fig. 4

Fig. 5

Fig. 5

Resta ahora la porción inferior del mango, curvo hacia la punta del filo de la hoja que deberá esconder (fig. 6). Es el rabo de la navaja, que aparece en su totalidad forrado por la virola metálica; a la par decorada por incisiones de bandas paralelas y otras sesgadas entre las cuales se grabaron alargados puntos, paralelos, diagonalmente. Mango que finalizará con cuatro incisiones paralelas, a 32 mm. de su extremo inferior. Hacia su inicio, otro clavo de hierro (ahora sin otra decoración) sigue reforzando las cachas.

Fig. 6

Fig. 6

Con ello llegamos a la pieza ubicada sobre el lomo del mango (fig. 7), ahora de hierro acerado, que dará fuerza al afirmar la hoja navajera estando abierta: la palanqueta o muelle cuya ventana rectangular, alargada, atrapa, haciendo de cepo, el dentado y muesca del recazo de la hoja dando plena seguridad al sistema de abertura. Su cabezal plano, de perfil moldurado oviforme entre aletas apuntadas, sigue recubierto por la misma planchuela metálica, decorada con aquel fino burilado de líneas horizontales y ondeadas escoltando su perfil; con otras de puntuación triangular. Ahora la palanca, dejando el cabezal, se estiliza o adelgaza hacia su final (es el rabo) y ya sin aquel forro metálico (tal vez por su pérdida) cubre todo el dorso de la parte media del mango, presentando el hierro una decoración segmentada (limada), paralela (fig. 8).

Fig. 7

Fig. 7

Como advertimos, en el estudio publicado por R. M. P. en el año 1973, existe una pieza con las características de la que hemos descrito, y por ello hecha en Artana; pero veamos su ficha en el “Catálogo” del libro: Cachas: De latón muy labrado, a base de dibujos que giran alrededor de un centro en la parte superior, y rayas, en su mayoría paralelas, en el resto de las cachas. El latón recubre prácticamente la totalidad de las guardas. El interior es de asta de toro marrón oscuro.

Hoja: Muy deteriorada, tenía un dibujo hoy casi completamente desaparecido con incrustaciones de pequeños círculos de latón y reforzada la base de la hoja.

Cierre: De ventana, muy grande, forrado de latón, muy decorado y con seis dientes.

Longitud: 30 cm. (estando la pieza cerrada).

Época: Siglo XIX.

Otros datos: En el refuerzo de la base de la hoja parece que pone 1882 y una inicial por el lado opuesto.

A la precedente ficha, viendo su gráfico (de escasa calidad), objetamos: Como se anota, la hoja aparece muy alterada por la oxidación, no pudiéndose apreciar su adorno, y aquellos círculos de latón son los vastaguillos que vimos en nuestra navaja. La decoración del mango, con los mismos motivos descritos en nuestra navaja (rosetas, hojuelas, zarcillos, etc., que no se citan), son propios de la artesanía valenciana guiada por ese horror vacui que se remonta a la prehistoria, que tanto veremos en esgrafiados como en pinturas, telas y bordados, aunque sabemos que el barroco, por popular, sigue perdurando en el tiempo, y por ello difícil de datar con precisión. La fecha que se da (1882) se dice que “parece que pone”, no indicando aquella inicial que tiene en la cara opuesta, seguramente por el deterioro en el que se encuentra la pieza.

Nuestra singular navaja, avalada como hecha en Artana por aquellos dos amigos, así como por su decoración floral, tan popular, la dataremos entre fines del siglo XVIII e inicios del XIX, pudiendo asegurar que en este pueblo castellonense estuvo la manufactura cuyas piezas alcanzaron la máxima belleza dentro de esta artesanía española en la que han sido señalados 38 lugares de fabricación en algún momento, y en nuestra provincia sólo Peníscola registrará, se dice, un obrador (R. M. P. 1973; 25). Sin embargo, D. Juan Bautista Simó, amigo y cronista del lugar, asegura que en ningún archivo ha encontrado tal artesanía establecida en Peníscola.

Fig. 9

Fig. 9

Pero antes de finalizar, veamos brevemente una navaja que, perteneciente a la colección del Dr. D. Francisco Gálvez, se encuentra depositada en el Museu de Belles Arts de Castelló, pieza catalogada con el nº 12.161, que nos ha prestado su Director, e igualmente amigo, Ferràn Olucha Montíns. Se trata de una navaja con visos de pertenecer al mismo taller que la nuestra (fig. 9). Abierta, mide 38 cm. La hoja (fig. 10), de punta muy aguda, es de acero pulido, poseyendo en su base tres dientes, y la muesca que asegura su retención. Por ambas caras está decorada, al aguafuerte (fig. 11), con un rectángulo compuesto por dos líneas paralelas, de pequeños dientes, que aparece delimitado por otras dos en ambos extremos. Mientras en su campo abigarradas hojuelas, tangentes, lo llenan; hacia su punta, el mismo motivo, ahora triple (en vuelo de pájaros sobrepuestos) queda rematado por una sola hojueluela. Rellenan los surcos del grabado una pintura, con cuerpo (¿almagra?), de coloración rojo oscuro El mango, de asta de bóvido, de coloración negruzca, se encuentra perdido salvo en su extremo inferior. En su totalidad está forrado por la virola de latón, cincelada (al buril) con líneas paralelas muy finas, entrecruzadas en su inicio superior (rediforme en losanges); mientras bandillas zig-zagueadas, tanto horizontales como verticales, enmarcan motivos sueltos muy diminutos (en W) escoltando una rítmica cadenuela laceada, igualmente dentada, sobre el centro turgente del mango que, en su parte baja, torna a repetir el rediforme primero, tras finalizar con fajillas (en X), y otras paralelas.

Fig. 10

Fig. 10

Fig. 11

Fig. 11

Sobre el lomo del mango, una simple pieza de hierro (el denominado “muelle”), ahora sin decorar, con su ventana (el “cierre de ventana”) sirve para el encaste de los dientes de la hoja, con la curiosidad de ser una palanquilla que bascula sobre un clavo de hierro que une las cachas, el cual se decora, por ambas caras, con una arandela de latón, posible remiendo pues se encuentra ocultando los restos de otras que aparecen rotas (fig. 12). Otro clavo de hierro, ahora sin cabezal (posiblemente por pérdida), en la zona superior del mango, hará de charnela para el basculamiento y apresado de la hoja. Palanca que en su extremo inferior, apuntado, finaliza con una uña que se hunde en un orificio que posee el lomo de la virola para poder liberar, con la presión basculante, los dientes de la hoja de acero estando abierta.  Como hemos anotado, por su contexto, parece pieza de Artana, recordando que D. Paco Esteve Gálvez fue amigo de D. Juan Tomás Martí con el que tuvo intercambio de piezas (tanto arqueológicas como de etnología), como ellos mismos contaban.

Fig 12

Se nos ha dicho que en la pasada contienda desaparecieron del pueblo aquellos archivos históricos (tanto el eclesiástico como el municipal) que con certeza (siempre se hacía en los Quinqui libri, cuanto menos en el siglo XVIII) registraron los artesanos navajeros dentro de los variados oficios que tuvo el pueblo, quedando en la actualidad, por tal causa, en el más absoluto anonimato; pero podemos apuntar, otra vez, que de Artana salieron las navajas más bellas que se fabricaron en España.


[1] Posiblemente se trate de la obra de R. Martínez del Peral Fortón: La Navaja Española antigua. Ed. Gladius.

[2] A él se debe el alzado de la torre, con una ventana mudéjar, que el castillo proyecta hacia el calvario.

  1. Enhorabuena!Me encanta este sitio y admiro profundamente el arte de estos navajeros de antaño.Confieso que aunque no tengo sangre ibérica desde muy niño me atraparon las navajas españolas(será por la serie televisiva Curro Jiménez?) y hoy,después de mucho andar en el mundo de los cuchillos artesanales profesionalmente,me dí el enorme gusto de hacerme una cola de crótalo y otra más tradicional,muy modestas en relación a las bellezas que aquí exponen.
    Y pensar que hoy la gente usa una navajita de puro plástico!
    Un cordial saludo desde Buenos Aires,Argentina.

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